El tiempo transcurre y tras las dialécticas que emergen de los ciclos sociales, la mujer sigue buscando los espacios por dónde ser concebida como si quisiera volver a nacer, lejos de pasajes tormentosos y pecado original; bajo la sombra masculina que pretende su dominio, el hombre descansa sus inseguridades, pero no soporta el peso que significa entender y trascender en la búsqueda de asumir la igualdad con la mujer.

Ser mujer en los tiempos actuales es soportar más carga que en siglos anteriores, es llevar a cuestas las fatigas sociales, políticas, culturales, biológicas y económicas, a veces diluidas en vidas prestadas o adjudicadas por la dureza de la realidad.
Simón Beauvoir considero que  «No se nace mujer, se llega a serlo» este concepto define el proceso de inculturación que se produce a travésDIA DE LA MUJER de la formación y educación de las mujeres, en un mundo que históricamente se resiste a ver los dos géneros como complementario, el uno del otro. Los procesos económicos y sociales se han dado bajo el dominio masculino, pero la mujer no puede ni debe victimizarse y asumir un papel alterno y segundario, la transformación requiere valor, audacia y ese encanto oculto casi indescifrable del que son dueñas.

Es menester del nuevo sexo reinventarse como «Ser» no dejarse dominar no por el hombre, sino por el sistema sociocultural y económico, que condiciona a sus arbitrios la consistencia y el contenido espiritual de los seres humanos, la falta de alteridad entre géneros hoy es mediada por los afanes  libidinales y de lucro envueltos en el atractivo sistema de creencias y estilo de vida marcado por el mainstream, del cual muchas mujeres no quieren salir.

Los sistemas educativos aún no entran en la era de la alteridad, continúan dividiendo las mentes en géneros, impartiendo desde sus estructuras motivaciones que incentivan la diferenciación biológica y física que con el pasar del tiempo se convierte en ideologías machistas fortalecidas por el sistema, el espectro laboral también forma parte de la fatídica división, marcando pautas de inequidad, discriminación, exclusión e incluso vejación a la condición de fémina.

El papel del hombre ser privilegiado con el falo envidiado según algunos autores por el inconsciente femenino, que determina una postura pasiva en la mujer que genera si se quiere una relación con el hombre objeto – sujeto que no busca su propia libertad, tampoco promueve formas de alteridad que conlleven una mejor relación humana y social con el sexo complementario, es decir la mayoría de hombres no conciben en lo cotidiano y común otra forma de asumir la mujer distinta a  poder y dominio, distinto en los también nutridos casos en que es la mujer la que lo ejerce si posee poder económico o intelectual sobre el hombre, fortaleciendo y sosteniendo el patriarcado que la oprime.

La construcción del nuevo género está en curso, se siente y percibe en las voces desgarradas, en las creaciones artísticas, en propuestas políticas, en las miles de madres que a pesar de los avatares de la guerra con valentía asumen su papel en la historia y defienden luchas que creen y son justas para un cambio de porvenir; encontrar la forma de cambiar un pensamiento universal en torno a la condición de la mujer es tarea de los dos géneros incluyendo la diversidad sexual que también ha sido perseguida, censurada, violentada por las estructuras del poder y la sociedad, el desencuentro entre ideologías, creencias, formas de pensar no permite generar la anhelada alteridad entre las formas de constituirnos como seres humanos.

La condición de la mujer como género oprimido y visto como débil es histórica, algunos estudiosos ubican su rezago desde la era del bronce en el paleolítico superior, cuando la tecnificación de las herramientas y las armas adquieren rudeza y peso el cual es manejado por los hombres, dejando a la mujer el papel segundario de criar los hijos y realizar las labores domésticas y oficios de menor esfuerzo físico.

Las religiones deudoras de los tabúes también han influido de forma importante en esta depreciación de la mujer al endilgarle en diferentes culturas culpas y tragedias que cambiaron el curso favorable de las cosas, señalándolas de impuras por su flujo sanguíneo menstrual, el mismo Aristóteles afirmaba que “La hembra es hembra en virtud de una determinada carencia de cualidades” concepciones que desde la cuna del conocimiento occidental ya minaban el “Ser” constituido como mujer, las sagradas escrituras tampoco han sido condescendientes con la mujer en la epístola I a Timoteo escrita por San Pablo uno de los padres de la iglesia escribe lo siguiente: »En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti.» Son muchas las evidencias históricas que explican las profundas desigualdades entre hombre y mujer, pero eso ya lo sabemos, lo que sigue es como vamos a cambiarlo, a pesar de los cortos avances en la dignificación y resignificación de la mujer en el siglo XXI.

Uno de los principales enemigos de esta situación histórica son los sistemas económicos y educativos, que no educan desde la niñez a las generaciones que llegan y pasan, es un lastre cargado por cada generación, la iglesia y en general la religión sigue convalidando el papel segundario de la mujer, y las dinámicas de la sociedad que no logran equiparar la presencia de la mujer como actor productivo, social, cultural y científico dentro del mar masculino que domina la mayoría de estos espacios a nivel mundial.

Este proceso humanizador en torno a la mujer, es uno de los grandes vacíos de la civilización, existe una deuda con el Ser femenino, por parte de la sociedad en general, los diferentes grupos sociales del planeta desde sus contextos deberán seguir planteándose fórmulas para consolidar una convivencia entre géneros incluso los diversos, coherente con los propósitos humanos de universalidad y libertad.

Jairo Richard Obando Luna – Escritor – Especialista en comunicación Organizacional

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